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miércoles, 2 de junio de 2010

LA NIÑA DEL LAGO

El castillo se encontrba ante mí Su estructura era impresionante. Cualquier ser humano, desde el más vulnerable hasta el más cruel y temido se hubiese sentido débil y pequeño ante él. Anduve por los alrededores, y reparé en un lago pequeño. El otoño había dejado hojas por todo el bosque, excepto sobre las frías aguas. Mientras me acercaba, me di cuenta de que una niña estaba allí sentada. Sus cabellos negros caíana sus espaldas. Lucía un vestido blanco. Tenía un aspecto fúnebre. Estaba cantando algo siniestro, que decía:


I was sitting near the lake
I watched to the water
and I saw the guy behind me
and he was dying slowly...

(Estaba sentada cerca del lago,
miré al agua y vi al chico detrás de mí,
y él estaba muriendo lentamente...)


Se me cortó la respiración. Pero ése fue sólo el comienzo. La niña giró su cabeza lentamente, para que observara, con horror, que sus ojos eran totalmente blancos.

Sacó despacio una guadaña y me sonrió. De repente, tras esa gélida sonrisa empezó a emanar sangre, tal vez de ella, tal vez no... Corrió hacia mí. Me di la vuelta para huir, pero saltó por encima de mí y me la encontré enfrente. Agarró fuerte su guadaña, la levantó y me cortó la cabeza, la cual fue a parar al suelo. Me sorprendó comprobar que aún seguía con vida. El monstruo soltó una risita y me recogió, contenta con su nuevo juguete. Jugaba a botarme como si fuera una pelota o, en su defecto, algún otro objeto esférico sin vida. No me atrevía a soltar queja. Dejó de jugar, me sostuvo en sus manos y se encaminó hacia el lago. Me miró y saltó.


De vez en cuando, me saca a jugar, pero no muy a menudo. No soy el favorito de su colección.

EL HOSPITAL

Me encontraba en aquel hospital. En el único sitio sobre el que nunca concebí posibilidad alguna de experimentar miedo. Pero así era. Las paredes, el suelo... Todo era de ese color blanco infernal. Me recordaban a los folios, sobre los que alguien podría trazar con la fría y cruel tinta mi muerte. Era un lugar de gritos y dolores, un lugar extremadamente peligroso. Mucha gente entraba allí, y poca volvía a ver el sol de la mañana. Y, sin embargo, las personas mediocres iban y venían por aquellos pasillos con una anormal tranquilidad. ¿Es que nadie se daba cuenta? ¿Nadie percibía el dolor? Yo, arrinconado en la pared, no dejaba de mirar en todas direcciones por si se aproximaba algún peligro. Los enfermeros llevaban grandes agujas, perfectas para clavarlas en alguien. Seguro que disfrutaban incrustando esos malévolos objetos punzantes en la piel de sus víctimas, viendo cómo la savia humana salía de ellos e iba resbalándose por sus doloridos cuerpos. Eran, casi a ciencia cierta, enviados por Belcebú. La posible mayor aficción de los médicos debía ser, probablemente, recetar medicamentos inservibles. Disfrutarían mucho mientras contemplaban cómo la esperanza y la salud de sus pacientes se agotaba como una gota de agua en el desierto.


¿Y qué hay de los limpiadores? Inundaban los suelos aposta para que la gente resbalase, y, de paso, dar más trabajo a sus odiados compañeros, que no eran muy apreciados por tener un trabajo mejor y obtener más dinero. Y lo peor de todo, era que los hospitales eran sitios legales. Increíble, ¿Verdad?

Reparé entonces en un niño que tenía su vista clavada en mí. Llegué a pensar que era la más horrible de las criaturas. Intentaba controlarme con su temible mirada. Seguro que quería poseer mi mente. Me levanté entonces, muy asustado, y decidií ponerle fin a mi desdicha. Corrí hacia la puerta, pro creo que mis ojos no le transmitieron a mi cerebro la importante información de que un terrible escalón se encontraba a poca distancia, y caí. Me rompí varias cosas que no diré para no asustar más de la cuenta a nadie. El caso es que acabé pasando mis días en el lugar más espantoso. Creo que me volví loco. Pero, pensándolo bien, los locos ni se plantean que lo están. ¿Lo estuve aquel día? No lo se. Tal vez ni siquiera sea real todo esto, tal vez ni siquiera exista...

DIE LOVECRAFT CAPÍTULO 7

Una escapada al pueblo. Una, sólo una, para cerciorarse de que todo estaba en orden. Eso habían acordado en su última reunión. Y la encargada era Mica. Había salido hacía bastante, y aún no había vuelto. Pero todos estaban tranquilos. Y ocupados. Karstic estaba a punto de finalizar su clase con Kim.

-¡Venga, más rápido! ¡Ese salto, más alto!

-¡No puedo saltar más!

-¡Claro que puedes! Si quedas a la altura de tus enemigos, podrán cogerte sin problemas.

Kim saltó entonces tan alto que asustó a los pájaros que descansaban en el árbol y salieron todos volando.

-¡Para! No puedes saltar tan cerca de los árboles. Alguien podría ver a los pájaros y venir hasta aquí.

-Vale... Intentaré hacerlo mejor.

-No lo intentes. Hazlo.

Cuando se disponía a saltar, llegó Mica.

-Hola, chicos.

-Hola. ¿Qué has averiguado?

-Varias cosas. Están escondidos en alguna parte. Ocultos, como unos ciudadanos más. Además, están realizando crímenes.

-Como vosotros-intervino Kim, que aún no había matado a nadie.

-No. Ello matan y luego acusan a otros, los condenan a pena de muerte.

-Quieren acabar con toda la gente de la ciudad. Tenemos que destruirlos.

-Hoy ampliaremos el tiempo. Mientras duermen, iremos a por ellos.

Su cuarta clase iba a empezar, y para allí se dirigía, cuando, a sus espaldas, Agnes le dijo:

-No te dará tiempo si vas al servicio.

-¿Entonces, aún me leéis la mente?

-Sí. Dentro de poco dejaremos de hacerlo. Llegas tarde.

Kim echó a correr, preguntándose si llegaría a tiempo si iba muy, muy rápido.


Todos estaban listos. Necestaban unas horas más, e iban a conseguirlas. Kim se quedaría con Edmitz, y los demás viajarían al gran reloj. Juntaron sus fuerzas, y crearon un gran agujero en la tierra que llegaba al reloj. Sin pensárselo, saltaron, y al poco rato estaban frente a él. Tenían que hacerlo retroceder, pero que sólo afectara a ellos.

Lo habían estado estudiando aquella tarde, y sabían hacerlo. Crearon dos nuevas agujas, que pusieron en el lugar de la hora que querían que fuera. Y lo consiguieron. Salieron de allí, para reunirse con Edmitz y Kim.

-¿Lo habeís hecho?

-Sí. Agnes, Mica, Colwest, Belith, id a por ellos.


Buscaron por todo el pueblo. Allí era de noche, pero ellos se sentían como si fueran las cinco de la tarde.


-Chicos, tenemos que pensar. Están disfrazados, pero bajo su falsa piel se encuentran esos impresentables, nos será fácil identificarlos.

-Vamos a desenmascarlos. De una vez por todas. Les volveremos la piel del revés, y si no son, los ponemos como estaban.


Con esta nueva técnica, ya habían dado con cuatro.

Les mataban, y les hacían desaparecer. Pero aún quedaban once. Y pensaron en hacerlo más divertido. Matarían a unos cuantos más, dejarían el cadáver y al día siguiente estarían puntuales para acusar a los restantes.


Cinco más. Dieron con cinco más, y mañana el trabajo estaría hecho. Qué suerte que en aquel lugar hubiera pena de muerte.


A la mañana siguiente, había un gran revuelto en el pueblo.

-¡Cinco asesinatos! ¡Cómo es posible! ¿Quién, quién ha sido?

-Han sido ellos-Dijo Romeo, acusando al resto de los Semis.

-Cierto. A mí estuvieron a punto de matarme-Apuntó Andreas, mientras que se remangaba y mostraba un par de arañazos profundos.

-¿Vosotros? ¿Los que siempre sois los primeros en acusar?


Todos estaban de acuerdo. Había que acabar con ellos.

Los Lovecraft se fueron. Ya habían cumplido su misión.


-¿No vamos a ir a la ejecución?

-¿Para qué? Yo no tengo ganas.

-¿Puedo ir yo sola?-Preguntó Kim.

-Ni se te ocurra.


Kim se quedó conforme, y salió fuera. Tenía ganas de correr y saltar un rato.


Andreas y Romeo hablaban sobre Kelwin. Lo más probable era que enviase a más Semis. Ya habían llegado demasiado lejos. Aquello había que cortarlo de raíz. Eran un estorbo. Nada más que un estorbo.



Siento no haber escrito en tanto tiempo, pero mi madre me quita el cable y cuando lo tengo no da tiempo. No subiré más capítulos, pero si algunas historias que he escrito y quiero que veais =) son sólo dos, en realidad son tres pero la tercera la tiene mi profesora. El lunes podré, a lo mejor, subirla.